«Todos somos un sueño de Dios. Y el matrimonio es el sueño que Dios quiere alcanzar ya en esta tierra, mostrándonos que la comunión en el amor es lo más grande que se puede aportar a este mundo». De esta manera, con un lenguaje ceñido –de principio a fin– al mandamiento sagrado del amor, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, presidió la Eucaristía de acción de gracias que celebró el pasado domingo, 16 de junio, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, junto a más de una cincuentena de matrimonios que este año celebran sus bodas de oro y plata.
Cuando un hombre y una mujer unen sus vidas para siempre, «la aportación que hacen es, en definitiva, esa que hoy celebramos en esta fiesta de la Santísima Trinidad». Así, el prelado ponía el punto de partida a una celebración que no dejó un solo asiento de la catedral sin cubrir. «Hoy –subrayó– celebramos este sueño que muchos habéis vivido como una realidad presente en la vida junto a los vuestros, durante 25 o 50 años».
«Estáis siempre al lado de quien está con más necesidad»
Un tiempo recorrido de la mano, custodiados por la ternura de un Dios Padre: «Ese Dios que, al llamarle así, nosotros tenemos necesidad de mirar a los demás como hermanos». Esta es la «gran sabiduría» que Dios regala a todos nosotros, y que «alcanza precisamente su máxima delicadeza y fuerza en la unión del varón y la mujer, y en la descendencia, en los hijos y en los nietos también». Y cuando ese amor se expande y se hace concreto en personas concretas, destacó el prelado, «el Señor nos remite a que lo tengamos que hacer también con otros».
Recordando la parábola del hijo pródigo, señaló que la familia «es, quizá, donde mejor vivís esto». En la familia «estáis siempre al lado de quien está con más necesidad; y lo hacéis de corazón, especialmente los padres, que quisierais que eso que estáis viendo sucediese en vuestra vida antes que en vuestros hijos, o nietos».
«Dios es un despliegue de amor personal, como lo es vuestra vida»
«El Padre nos hace ser familia, descubrir que todos somos hermanos. El Hijo nos enseña cómo se hace familia. Y el Espíritu Santo nos entrega el amor mismo de Dios. Este Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es el que recrea hoy el matrimonio», reveló el arzobispo madrileño, consciente de la importancia que para los presentes tenían cada una de sus palabras. Un misterio de amor y comunión que «no se reserva absolutamente nada para sí mismo».
La Trinidad, insistió, «no es un crucigrama para cristianos», es el misterio de un Dios «que os pide que lo viváis en el matrimonio». Creer en el misterio de la Trinidad «es creer que la comunión de los seres humanos es posible, y lo manifestáis vosotros, los que hacéis hoy esta celebración de la bodas de oro y plata de vuestro matrimonio». Dios, confesó, «es un despliegue de amor personal, como lo es vuestra vida», y «siempre que sentimos necesidad de amor y de ser amados, siempre que buscamos acoger y ser acogidos, recordad lo que es el matrimonio cristiano».
Esta es la propuesta, «el escaparate que Dios ha puesto en esta tierra», reveló el pastor de la Iglesia madrileña, «para que nos demos cuenta de lo que Dios quiere de nosotros».
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