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Jueves, 08 enero 2015 05:30

Los restos de un misionero extremeño del siglo XVII vuelven al Pacífico después de 300 años

Los restos del jesuita misionero Manuel de Solórzano vuelven a la isla donde murió martirizado en el siglo XVII, 300 años después de su muerte. Fue asesinado en Guam, una isla del Pacífico Occidental del tamaño de la isla canaria de La Gomera. La Arquidiócesis de Agana, que es como se llama la capital de esta isla, en un comunicado y en una rueda de prensa, el pasado 29 de diciembre, explicaba que los restos habían llegado a la isla, desde España, de manos de dos investigadores y un descendiente de los familiares del misionero.

El padre Solórzano fue asesinado en las Islas Marianas – Guam es la isla más grande de este archipiélago – en junio de 1684. Tenía la edad de 34 años. Este misionero jesuita había nacido en Fregenal de la Sierra, en la provincia de Badajoz. Su familia se opuso a su vocación religiosa pero entró en el noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Sevilla. Comenzó su formación y logró que sus superiores le concedieran hacer realidad su sueño de ir a misiones. Aunque zarpó de España en 1675, no llegaría hasta el año siguiente a Filipinas, tras haber atravesado México y embarcado en el “Galeón de Filipinas” que partía desde Acapulco. Según cuentan las fuentes jesuitas, logró persuadir a los marineros para que no llevaran a cabo un motín que habían planeado. Su formación la terminó en Filipinas, y partió como misionero a las Islas Marianas. Al inicio vivió en Aryan, una pequeña aldea al norte de Guam, pero hacía visitas misioneras a las islas cercanas de Rota y Saipán. Construyó iglesias, escuelas y fue nombrado superior de la misión en 1680. Aunque los caciques habían jurado fidelidad al rey de España, el 23 de julio de 1684 hubo una rebelión en la isla de Guam. Tras asesinar al gobernador general español, la siguiente víctima fue el padre Manuel. Aunque su cuerpo reposa desde entonces en las islas, su cráneo fue enviado a España, y ahora vuelve a Guam.

El martes 30 de diciembre, la archidiócesis celebró una Misa para conmemorar la vuelta de estos restos a la Catedral del Dulce Nombre de María, en Agana. La misa, presidida por el arzobispo de la diócesis, Mons. Anthony Sablan Apuron, fue en chamorro, la lengua autóctona que el misionero hablaba con los indígenas.

La archidiócesis ha aclarado que no se trata de una reliquia, puesto que el misionero jesuita no ha sido declarado beato, pero merece el respeto debido a los restos de seres humanos, con el añadido del agradecimiento por ser uno de los primeros misioneros en llevar el Evangelio a las islas.

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