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Lunes, 26 octubre 2015 14:00

La invitación de un obispo de Madagascar a cuidar la tierra y compartir la riqueza

La invitación de un obispo de Madagascar a cuidar la tierra y compartir la riqueza

Mons. Ramarason Benjamin Marc, CM, arzobispo de Antsiranana, Madagascar, está preocupado, como muchos de sus compatriotas, por la situación de desertificación de ciertas partes del país y de establecimiento de multinacionales, sin que, al parecer, esto redunde, en mejora de la situación de la gente. Ha dirigido, por ello, una carta abierta al ministro de minas y recursos estratégicos, con copia al Primer Ministro y Presidente de la Republica de Madagascar. Su objetivo, solicitar un reparto equitativo de las riquezas minerales de cada territorio, para un desarrollo duradero y estable.

“No soy un especialista, sino un pobre pastor, que quiere servir al pueblo y desea firmemente que este pueda vivir su humanidad en plenitud. Soy un nativo del país, uno que recorre lugares donde incluso un vehículo no puede pasar. Me permito escribirles estas sencillas reflexiones, que son un lamento angustiado antes del ‘fin’ de mi querido pueblo: un grito de la tierra, un grito de los pobres, como subraya el Papa en su última Encíclica Laudato Si: ‘Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo’. En particular, el Papa convoca a todos los bautizados a ello: ‘Un cristiano que no protege la creación, que no la hace crecer, es un cristiano que no le da importancia a la obra de Dios, esta obra nacida del amor de Dios por nosotros’.

En primer lugar, desearía hacer una precisión, para suprimir toda ambigüedad y evitar toda polémica. Escribo esta carta en nombre propio, como cristiano y como ciudadano apasionado por la justicia y la ecología. Soy plenamente responsable de esta carta, pues lo que subraya el Papa en Laudato Si me plantea cuestiones profundas: ‘Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres’.

Madagascar, uno de los países más pobres del planeta, se ha convertido en el nuevo Dorado de las grandes compañías mineras internacionales, siempre en búsqueda de nuevos recursos a fin de satisfacer las necesidades crecientes del mundo contemporáneo. El subsuelo malgache rebosa de recursos minerales: piedras preciosas y ornamentales, gemas y minerales industriales, cromita, mica, grafito, zirconio, limonita, níquel, cobalto, hierro, titanio, uranio, cobre, oro, carbón, caliza, yeso, cuarzo ferroso y piezoeléctrico, etc. Más los descubrimientos de los diamantes de ciertas regiones, el petróleo y el gas del canal de Mozambique y las tierras raras de nuestra región de Ampasimanjava, sin olvidar el antiguo yacimiento de oro de Betsiaka, al lado de Ambilombe... También se habla mucho, al menos a través de los medios, del código minero y del código petrolero. Se anuncia también que serían votados y promulgados muy pronto.

Mi pregunta es, pues: ¿no sería posible hacer, de alguna manera, que los malgaches autóctonos de cada región se pudieran aprovechar de todas estas riquezas, de una manera equitativa con los poderosos extranjeros?

Antes del comienzo del curso escolar anterior, en julio de 2014, como presidente de la Comisión Episcopal para la enseñanza y la educación católica, escribí una carta para ayudar a los padres de los estudiantes, y sobre todo a los alumnos y estudiantes de las escuelas, colegios y liceos, centros, institutos, universidades católicas, etc.: ‘Harena ny harena raha mamokatra ary mamokatra ho an’ny be sy ny maro’ (La riqueza solo es riqueza si es productiva para todos, para el bien común). Algunas asociaciones internacionales, como Voarebe por Madagascar, Mosaic Madagascar, etc., respondieron a nuestra llamada. Nos presentaron sus programas, que tienen como fin ‘hacer de los malgaches propietarios, participantes directos de las actividades mineras de su territorio, pudiendo así aprovechar estas riquezas’. Está, también, el proyecto Taratra, de la Comisión social de la Conferencia Episcopal, que trabaja estrechamente con la CEEEC por la educación de los ciudadanos y la Comisión episcopal de Justicia y Paz.

El objetivo es hacer que la actividad económica producida por el sector extractor sea compatible con una redistribución equitativa entre las compañías explotadoras, los territorios, los cultivos, las poblaciones y las futuras generaciones. ¿No habrá llegado ya el momento de unir esfuerzos para que todos los malgaches se beneficien equitativamente de los recursos, mientras que estos se comparten con los inversores internacionales? Esto exige un cambio de mentalidad y de comportamiento, para preservar sus frutos y hacer que todo el mundo se beneficie. Por esto, la educación tiene una notable importancia en el proceso, a fin que ninguna generación futura sea ‘victima’ o descartada.

‘Ny olona no harena lehibe indrindea’ (El hombre es la riqueza de las riquezas). En Redemptor Hominis, el Papa San Juan Pablo II subraya que la humanidad es el primer camino de la Iglesia. Ella es el camino de todo desarrollo auténtico. En Madagascar no faltan hombres y mujeres patriotas, listos a hacer progresar esta bella isla, bendecida por Dios. Estas son las tres T que nos recuerda frecuentemente el Presidente: Tena Tia Tanindrazana (discurso en Ivato), pero que piden ser concretadas en la vida cotidiana de la gente... Así pues, yo les invito también, a ustedes que actualmente ostentan cargos de responsabilidad, a considerar y a sostener todas las acciones que se lleven a cabo para el desarrollo social y solidario en el sector minero de Madagascar. Y recuerdo a las empresas internacionales que existen procedimientos que permiten, a todos los relacionados con esta riqueza, beneficiarse de la misma con equidad: es lo que deseamos para nuestro país.

Concluyo implorando la bendición de Dios sobre ustedes, responsables de nuestra nación, y sobre sus familias. Que la Santísima Virgen, nuestra primera Patrona, y San Vicente de Paúl intercedan para que el pueblo viva en paz y para que el desarrollo en bien de todos pueda seguir adelante. En esta tierra bendecida por Dios estamos unidos como una sola familia, OLO ARAIKY SIKA JIABI, ‘una casa común’, como subraya el Papa en su Encíclica. Acepte, Señor Ministro, mis más respetuosos sentimientos en Cristo y cuento con su comprensión y compromiso de trabajar efectivamente en el desarrollo integral de la población de nuestro país”.

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