Con noventa años de edad, el padre Federico Sopena, un jesuita español que solicitó la ciudadanía india hace 40 años, espera que la respuesta a su solicitud no llegue demasiado tarde, para convertirse en uno más de aquellos con los que fue a compartir el Evangelio.
“He completado con éxito los trámites y las formalidades para obtener la ciudadanía india”, decía el misionero español a UCANews el 8 de octubre. “Ahora será el Ministerio federal del Interior el que conceda el sí. No sé cuánto tardará este paso final. Espero y rezo para que no sea a título póstumo”, añadía.
El padre Sopena llegó a la India en 1947, año en que el país logró la independencia del régimen colonial británico, por eso, dice que “Yo siempre me he sentido ciudadano de la India”. Desde entonces ha trabajado en el estado de Maharashtra y domina los idiomas locales hindi y marathi.
El jesuita solicitó la ciudadanía hace 40 años, pero no la logró porque los partidos políticos nacionalistas eran muy críticos con los misioneros extranjeros, lo que influyó mucho en las decisiones del gobierno federal. En la actualidad, las cosas no han cambiado mucho.
En muchas ocasiones, la Iglesia católica ha sufrido y se ha opuesto a la deportación de algunos de sus misioneros extranjeros que habían trabajado durante muchísimos años en la India.
Hace pocos años, un religioso de los Misioneros de Mill Hill, el padre Jim Borst, holandés, recibió la orden de expulsión después de haber estado trabajando en el estado de Cachemira desde 1963.
Según la constitución India, la ciudadanía se puede adquirir por nacimiento, por ser hijo de ciudadano indio, por registro o por naturalización. Por esta última cláusula, un extranjero puede adquirir la nacionalidad india tras permanecer en el país 12 años. El padre Sopena lleva 68. No debería tener problemas para conseguirla antes de morir.