Roma es este mes de octubre una fiesta de jubileos. Se suceden los encuentros del Año Santo de la Esperanza en una ciudad bendecida estos días por el buen tiempo (ni frío ni calor), en la que se respira por cada rincón la alegría de los grupos y la espiritualidad de aquellos que —junto a los turistas— se acercan al corazón de la cristiandad para ganar el jubileo.
La semana pasada terminaba el Jubileo de la Vida Consagrada y arrancaba el fin de semana el de la Espiritualidad Mariana. Más de 30.000 fieles abarrotaron la plaza de San Pedro y la Via della Cociliazione en una Misa multitudinaria el domingo 12 de octubre, en la que el Papa León XIV recordó a los asistentes que María conduce a Cristo y que «la espiritualidad mariana, que alimenta nuestra fe, tiene a Jesús como centro».
Carmen y su marido José (en la imagen principal) han sido dos de los peregrinos participantes en el jubileo. Lo han hecho junto a otras cerca de 40 personas de la Congregación Mariana de la Asunción de Madrid — acompañados por su consiliario, Juan Carlos Mateos—, en la que llevan caminando 30 años. «Allí hemos vivido, aumentado nuestra fe y nos hemos formado», señala Carmen.
Varios momentos han sido los que más han impactado a esta congregante. El primero, el rezo del rosario por la paz, el sábado por la tarde en la plaza de San Pedro, ante la imagen original de la Virgen de Fátima traída desde Portugal. «Estábamos viviendo un momento histórico» porque ya se había anunciado el alto el fuego y el acuerdo de paz en Gaza. La ceremonia, presidida por el Papa y que incluyó un momento de adoración al Santísimo, fue para Carmen «un momento muy emocionante, estábamos rezando por lo que estaba ocurriendo». Vio que «la Iglesia no está fuera del mundo», que «Dios ama al mundo».
Iglesia martirial y apostólica
La segunda vivencia especialísima para Carmen fue la visita a las catacumbas de san Calixto, donde además tuvieron la oportunidad de celebrar la Eucaristía. «Había una luz mortecina, amarillenta, y cantábamos himnos de alabanza a Dios en el mismo sitio en el que, 2.000 años antes, en esos mismos pasillos en penumbra, también se oiría cantar himnos al mismo Dios». «He visto que la Iglesia es martirial», y que «sigue perviviendo y continuará hasta el fin de los tiempos porque es la promesa de Jesucristo».
Pero a la vez, «la Iglesia es apostólica», y este fue el tercer gran momento de Carmen, cuando visitaron los Scavi. Se trata de las excavaciones arqueológicas realizadas bajo la basílica de San Pedro hasta la tumba primitiva del primer Papa de la historia de la Iglesia. «Allí estaba el Circo de Nerón, allí murió Pedro y allí se construyó esa primera tumba sencilla con tejas encima para que la gente supiera dónde estaba». «Es impresionante cómo se ha ido conservando».
«No solo es la Iglesia martirial; también la apostólica» lo que para Carmen ha sido la gran revelación de esta peregrinación. «Me vuelvo con más amor a la Iglesia, a la Virgen y a Jesucristo», asegura. Reconoce Carmen que rezó el credo ante la tumba de san Pedro con una «humildad, devoción y amor infinitos» y con la determinación de «renovar nuestra fe para salir con más fuerza». Una fe, dice, que «tenemos que vivirla en comunidad porque es fácil que solo te pierdas, y porque la fe de los demás te fortalece».
Además, explica que «como movimiento de espiritualidad mariana siempre hemos pensado que la Virgen juega un papel fundamental en la historia de la salvación; y todo lo que sea espiritualidad mariana es camino que nos lleva a Jesucristo».
La belleza de la Iglesia universal
Laura es otra de las peregrinas de la Congregación Mariana de la Asunción. Acudió junto a su marido Ramón, y coincide con Carmen en que esta peregrinación ha sido «una experiencia de Iglesia maravillosa». El matrimonio es congregante desde hace casi 40 años: «Yo ya la conocía de soltera; nuestros hijos se han criado allí, nuestros nietos se están criando allí…». No dudaron en ir a Roma para el jubileo, más el de la Esperanza «tal y como está el mundo». De hecho, compraron los billetes de avión hace casi un año.
El Señor, dice, le ha hecho varios regalos, pero uno de ellos ha sido muy personal: ver a su hija, que es misionera en África, y que estaba en Roma con motivo del Jubileo de la Vida Consagrada. «¡Hemos cenado con ella dos días!». Y luego, «me gustó mucho la peregrinación tras la cruz por la Via della Conciliazione, rezando untos el rosario». No solo ha atravesado una puerta santa, la de San Pedro, sino tres, porque «yo ya dije “¡voy a por todas!”». Así que también pasó por Santa María la Mayor y San Juan de Letrán.
Del Papa León, al que vieron muy de cerca, destaca que es «un regalazo de Dios, entrañable, cariñoso, cercano», y concluye que en estos días ha vivido «mucha experiencia de unidad de la Iglesia; en cuanto sales de tu burbujita de la parroquia te das cuenta de la belleza de la Iglesia universal».