Hay en una de las etapas del Camino de Santiago francés, en territorio castellano, una pared con una inscripción: «Peregrino, que el cansancio del Camino nunca te impida pensar: ¿Es lo importante la meta? ¿No será acaso el encuentro con el monte, con el río, con el rumbo que has perdido… con el mismo Dios quizás?». Y esto es precisamente lo que observa Juan Carlos Pérez Cabezas, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Astorga, que son quienes gestionan el recientemente inaugurado albergue de las Comendadoras de Santiago de Madrid.
La tumba del Apóstol —que es adonde se peregrina, matiza, no a Santiago— es el «único lugar de peregrinación del mundo en el que es tan importante el tránsito como la meta». Pero además, «con raíces absolutamente cristianas, hemos conseguido un espacio tan necesario en el mundo actual» en el que se ve a peregrinos de 192 países caminando juntos. «Es un espacio integrador como hay pocos en el mundo».

Las comendadoras reestrenaron su iglesia de Santiago, recién restaurada, en octubre de 2024 con una Misa que fue presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. La comendadora mayor, madre Rosario, explicaba entonces que lo próximo sería la acogida jacobea, en primavera, respondiendo a uno de sus principios carismáticos. Dicho y hecho. En abril se inauguró el Albergue Comendadoras de Santiago de Madrid, un espacio de su monasterio que cedieron a la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Astorga.
Juan Carlos Sánchez nos recibe en el albergue. Se accede desde la fachada del monasterio que da a la plaza, la misma que da paso al colegio que también regentan las monjas y , un poco más hacia San Bernardo, a la iglesia de Santiago. La puerta es pequeña, pero tiene la flecha amarilla, infalible para saber que estamos en Camino. Al entrar, todo habla de la peregrinación. Las botas, en las escaleras, y en ellas también periódicos porque su papel es remedio infalible para absorber el agua si llueve y se moja el calzado. El olor a la ducha. La recepción, en la que no falta el sello para las credenciales, y Chan, el joven voluntario hospitalero, con una sonrisa. Y en la pared, escrito sobre cuero, el saludo jacobeo de los peregrinos: «Ultreia et suseia» («más allá, más alto»).

A la derecha, el cuarto de las literas, 24 plazas en total, unas estructuras con huecos para la mochila, enchufe (universal) y puerto usb y dos modalidades de luz. El peregrino no necesita más. «Nos guía la limpieza y la austeridad». Y los baños. No con tantas duchas como en otros albergues porque este de Madrid es punto de partida. «No es el albergue del Camino de Santiago de Madrid, sino el de todos los caminos de España», puntualiza Juan Carlos. Y añade: «Madrid es la entrada y la salida de más de 60.000 peregrinos de todo el mundo». Por eso, para pernoctar en él se necesita reserva previa y acreditación de alguna de las asociaciones del Camino de Santiago del país de origen del peregrino. Es un albergue para personas que residen fuera de España y quieren venir a hacer el Camino, puntualiza el presidente.
El albergue de las comendadoras alarga la experiencia jacobea en Madrid: ha habido quienes, habiendo terminado en Santiago, llegan a Madrid para coger avión y hacen noche en el albergue. Un espíritu jacobeo que se respira hasta en el propio edificio. La cuidada rehabilitación de esta parte del monasterio, llevada a cabo por arquitectos especializados en restauración de edificios históricos, ha mantenido los techos con vigas de madera, el suelo de terracota y las paredes de ladrillo visto.

Acogida tradicional
La presencia de Chan es solo una de las muestras de que este albergue responde al prototipo de acogida tradicional. Hospitaleros voluntarios, sin fin lucrativo, que por eso, subraya Juan Carlos, ha funcionado el Camino de Santiago tal y como se conoce hoy. En este sentido, el presidente reivindica la peregrinación de largo recorrido —frente a la de pocos días— «porque es en la que se amalgaman las relaciones» y se profundiza en esa experiencia vital. Es cuando uno se va haciendo amigos, deja espacio a su interioridad y cuando, además, se cura, «porque el Camino es sanador». «Es la peregrinación del contacto humano y del cambio interior».
También abogan en la asociación por la peregrinación con mochila a la espalda. Por dos motivos, explica. El primero es que «cuando envías tu mochila por delante, haces la peregrinación de tu mochila, no la tuya». Se pierde libertad y eso tan genuino en la peregrinación que es vivir la experiencia vital del día a día y dejar que el Camino le vaya haciendo a uno. Y además, la mochila, al tener que «ir lo más ligera posible, es también un aprendizaje: sabrás que una de las mejores experiencias de tu vida las has hecho sin prácticamente nada». «El Camino es una metáfora de la vida. Cien por cien».

