Los sacerdotes de Madrid han celebrado este viernes, 9 de mayo, su jubileo en este Año Santo de la esperanza y en el marco de la fiesta de San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia y patrón del clero español.

La catedral de la Almudena ha acogido la Misa jubilar, presidida por el obispo auxiliar Juan Antonio Martínez Camino, acompañado por los otros dos obispos auxiliares de la diócesis, Vicente Martín y José Antonio Álvarez, y el vicario episcopal del Clero, Juan Carlos Merino. Junto a ellos han concelebrado 400 sacerdotes entre los que estaban, en lugar destacado en el presbiterio, quienes este año cumplen sus bodas de plata y oro sacerdotales, y también los 60 y los 70 años de ministerio.

«Tenemos la alegría de que esta celebración jubilar suceda el primer día del pontificado de León XIV», ha saludado a los presentes el obispo Martínez Camino. De hecho, ya se ha rezado por primera vez en la plegaria eucarística «por tu servidor, el Papa León». Precisamente el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, no ha podido acompañar a su presbiterio por estar aún en Roma, aunque les ha enviado unas palabras por medio del obispo Vicente Martín: «Hoy saboreamos el don de la llamada al sacerdocio; hoy os presentaré en la Eucaristía junto al nuevo Papa».

Los sacerdotes, con la intención de renovar su sí y agradecer la fidelidad de Dios que los sostiene, cantaban al comenzar la Eucaristía «tú, Señor, me llamas; tú, Señor, me dices "ven y sígueme". Señor, contigo iré». Después, hacían suyas las primeras palabras del Papa en el balcón de San Pedro: «Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede».

La esperanza que no defrauda

Ya en la homilía, el obispo auxiliar ha reflexionado acerca de la esperanza. «Los sacerdotes, como sabéis bien, somos servidores de la esperanza que no defrauda», ha asegurado, «somos portadores de esperanza para el mundo». Pero, ha preguntado, «¿qué esperamos nosotros?».

«Hubo un tiempo feliz en el que esperábamos la ordenación sacerdotal». Después fueron llegando otras esperanzas: el primer destino, el segundo, el tercero, cuarto... y estas se iban solapado con otras, ha reflexionado. El éxito del trabajo pastoral, que «siempre nos parece poco», el aprecio de compañeros, superiores, fieles, amigos, salud...

Pero hay «peros» a todo. «Ninguna de estas esperanzas tan buenas nos han bastado», porque «ninguna de estas esperanzas nos otorga el descanso del alma que anhelamos desde el primer día de nuestra existencia», a excepción de la «esperanza de las esperanzas».

Los sacerdotes, ha incidido, «somos servidores de la gran esperanza». «Dios nos ha elegido como eligió a Saulo», con aquellas palabras: «Este hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos». Y «no somos instrumentos como la inteligencia artificial, automatismos, inertes», sino testigos, «amigos del Señor Jesús que sufren con Él y por Él».

En este sentido ha explicado el obispo auxiliar que «un sacerdote es la persona que libremente quiere sufrir con Cristo, y aquí está la esperanza que no defrauda». Porque, «el que quiera encontrar un camino de rosas será un desilusionado, un quemado».

Para concluir, Martínez Camino ha definido también a los sacerdotes como «servidores del verdadero pan del cielo», que es «el alimento de la esperanza». «Celebramos llenos de asombro por lo que sucede en nuestras manos cada día», ha reconocido. Un pan que es para todos, y ha destacado aquí «a tantos jóvenes que están hartos de las mentiras de nuestra cultura moderna que promete vanidades, de esta cultura pagana que promete el cielo en la tierra». Por último, ha pedido a María que «por su mediación seamos servidores de la esperanza y recibamos cada día con asombro el pan del cielo».

Homenaje en el Seminario Conciliar

Tras la Eucaristía, y ya en el Seminario Conciliar de Madrid, ha tenido lugar otro de los momentos importantes del día, el homenaje «entrañable a todos los que celebráis fechas significativas», como ha dicho el vicario del Clero.

Luis López, que celebraba sus bodas de plata sacerdotales, ha recordado, en nombre de todos los «sacerdotes del año 2000», el momento previo a la ordenación «en que la voz de Dios, su llamada», se les hizo reconocible. Una llamada que «incluía una promesa: "venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres"». «Doy gracias a Dios porque aquella promesa se ha llenado de nombres», y también por la fraternidad sacerdotal, por el don de la paternidad espiritual de los que los han acompañado, «pero, sobre todo, doy gracias a Dios por su misericordia».

Por parte de los que celebraban las bodas de oro ha hablado Antonio García Rubio.«Algo hemos aprendido en estos años», ha comenzado, en los que «hemos perseverado en el anhelo de la comunión eclesial», sirviendo al Pueblo de Dios, que «a su vez nos ha permitido desarrollar al máximo nuestra fe, nuestro bautismo y nuestro don sacerdotal» al servicio de «tantos buscadores».

«Nos hemos sentido también llamados a mantener viva la comunión entre los presbíteros», un tema «tan importante», ha recalcado. Comunión eclesial y comunión presbiteral son «en verdad el gran anhelo de nuestra vida sacerdotal». También ha hablado García Rubio de evitar el reduccionismo en el trabajo pastoral para «mantenerse abiertos al servicio de la Iglesia, que es una, santa católica y apostólica».

En el salón de actos del Seminario se han dado cita también algunos sacerdotes que cumplían sus 60 y 70 años (imagen inferior), y otros que han pasado ya por años intermedios. Uno de ellos ha alzado la voz, a punto de hacer los 65 años de ministerio, para decir con nitidez y contundencia que «los que hemos visto ocho obispos de Madrid y ocho Papas estamos curtidos para todo; aunque mueran los papas y los obispos, ese pueblo sencillo y esas parroquias son las que mantienen a la Iglesia, y a esos hay que cuidar más que nadie».

Algo en lo que ha coincidido el obispo Juan Antonio Martínez Camino al dar por finalizado el acto. «La Iglesia se vive en las parroquias; la Iglesia vive en la Eucaristía y en la pila bautismal». Y ha animado a los sacerdotes en su ministerio, «a veces no reconocido, pero es igual, solo nos importa la misericordia de Dios, que nos ha elegido; vale la pena entregar la vida al Señor».

Además de la estola especial con el logotipo del Jubileo que los sacertodes han recibido como regalo en la Eucaristía, a los homenajeados se les ha obsequiado con un icono con la figura del Buen Pastor. La jornada concluye con una comida en el Seminario.