A la Virgen de la Paloma, el pueblo de Madrid no la dejaba dormir en la noche del 14 al 15 de agosto; imposible cerrar las puertas de su casa, en la calle que lleva su nombre, ante la cantidad de madrileños que acudían a visitarla de continuo. Una Virgen que se había ganado el amor de las gentes desde el mismo momento en el que el lienzo con su imagen fue encontrado por unos niños en un corral de La latina en 1787.
Hoy la costumbre no ha cambiado, y cada año va a más, cuenta Gabriel Benedicto, el párroco de Virgen de la Paloma, después de haber recuperado esta tradición: «Viene muchísima gente; comenzamos una vigilia de adoración a las 22:00 horas; de 24:00 horas a 2:00 horas toman el relevo los jóvenes, y seguimos con turnos de vela hasta las 7:00 horas, cuando es la primera Misa; en los últimos años estamos confesando hasta las dos de la madrugada, y hay grupos de jóvenes que van invitando a las personas que están en la verbena para que entren en su casa a ver a su Madre».
Este 2020 sin embargo todo es diferente. Un año de «omisión», como señala el sacerdote, porque «omitimos actos». La parroquia cerrará a las 2:00 horas ya que, al no haber fiestas, no habrá gente. No habrá homenajes musicales castizos, ni concurso de chotis, ni limonadas, ni verbena, ni procesión de la Virgen el día 15. Se suprimen varias Misas de ese día y la solemne, a las 13:00 horas, presidida por el cardenal Carlos Osoro, será a puerta cerrada y con invitaciones para mantener las medidas de seguridad.
«Hay que leer la presencia de Dios en los acontecimientos de la historia –destaca Benedicto–, y esto es lo que nos pone el Señor este año: pararnos y centrarnos, delante de la Virgen. No afanarnos por adornar las calles ni por organizar toda la logística de la procesión, sino estar cerquita de la Madre, escuchándola. Ser más María y menos Marta». Y trae a la memoria las palabras del cardenal Van Thuan sobre su encarcelamiento: «Tuve que aprender a amar a Dios por encima de las cosas de Dios».
Bajada del cuadro
El sufrimiento que la pandemia ha causado en Madrid será el motivo por el que, a pesar de estas omisiones, se mantenga la bajada del cuadro para que los devotos puedan venerarlo. No habrá beso ni se podrán pasar estampas, pero la Madre estará cerca de sus hijos desde que finalice la Eucaristía solemne, sobre las 14:00 horas, hasta las 19:00, cuando el arzobispo de Madrid presida el rezo del rosario.
Los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid, del que la Paloma es patrona, llevarán a cabo, como es tradición, la operación de bajada y subida de un cuadro que contiene ese lienzo original del siglo XVIII. Mide 1,70 metros de altura y pesa 80 kilos. Un trabajo en equipo para el que se necesitan al menos cinco bomberos y que, tal y como explica Felipe García Berzosa, presidente de la Hermandad de la Paloma - Bomberos de Madrid, «es un servicio muy gratificante» al que ellos acuden por alguna promesa a la Virgen o para agradecerle «que se van cumpliendo las peticiones que le hacemos cada año». Y también «para que la tradición no se pierda, porque es un día muy bonito para los compañeros y para el pueblo de Madrid».
Una tradición que nació antes de la guerra civil, cuando los vecinos pidieron ayuda al parque de bomberos de Puerta de Toledo para que les descolgaran el cuadro de la Virgen y sacarlo en procesión. «En la guerra se quemó la carroza que se usaba, así que durante unos años, hasta que hubo dinero para construir una nueva, se sacó a la Virgen en un coche de bomberos». Durante la salida procesional los bomberos siempre notan el cariño y el afecto de la gente y «los trabajos del año se ven recompensados».
Los agentes le llevarán este año a la Virgen todo ese dolor que han palpado durante la pandemia. «Además del trabajo habitual de las guardias, hemos tenido mucho de lo que nosotros llamamos aperturas de puerta, de gente que no responde a las llamadas de sus familiares, fundamentalmente personas mayores». Junto a esto, «la inmensa mayoría de la plantilla, yo diría que un 90 %, hemos realizado trabajos voluntarios de desinfección de residencias, centros públicos, comisarias, y de ayuda en el reparto de alimentos en parroquias y a domicilio. Ha sido un confinamiento trabajando».
Una Soledad que acompaña en la soledad
El lienzo que hoy se venera es el mismo que se encontró en aquel corral a finales del siglo XVIII y que Isabel Tintero, la tía de uno de los niños que jugueteaba con él, rescató a cambio de unas monedas. Decidió colocarlo en una habitación de su casa que daba a la calle, y la imagen pronto se hizo popular.
«De autor desconocido, de mala calidad pictórica–explica Gabriel Benedicto–; una Virgen sin iglesia gótica ni mecenas que apareció humildemente, porque así aparece la Virgen en la vida de una ciudad, y que se convirtió en ventana de intercesión en la tierra, y nos mira como hijos. Esto siempre me ha sorprendido; y no es un mito, es historia». Susa Martínez, secretaria de la Congregación de la Virgen de la Paloma, añade: «Es una Virgen muy humilde que nació entre los pobres en un barrio pobre».
Fue poner Isabel Tintero a la Virgen en la ventana y las gentes del barrio comenzaron a cambiar. De una «de vida libertina», tal y como dejó escrito el párroco de San Andrés, al que pertenecía la casa de Tintero, pasaron a una vida religiosa tan solo tres años después. «Había una conversión, y esto es signo de la presencia de Dios; estas devociones llevan a un cambio de vida», señala el párroco actual.
También empezaron a sucederse los milagros, las curaciones y los favores. María Luisa de Parma llevó al futuro Fernando VII cuando era un niño, y el pequeño quedó curado de escorbuto. La hermana de Isabel Tintero ofreció a su hijo a esta Virgen, y también la reina Isabel II lo hizo con todos los suyos, una tradición que a día de hoy se mantiene.
Esta es precisamente una de las dos especialidades de la Virgen de la Paloma: es muy buena intercesora en asuntos de fertilidad y embarazos, y muy protectora de los niños pequeños. La otra es la de compañera en la soledad; su misma imagen es una Soledad. «Yo pienso que todos tenemos que pasar por la noche de la soledad –indica Benedicto–. Hay muchos tipos de soledades: cuántas veces los jóvenes se sienten solos en casa, con sus padres trabajando; los ancianos, tantos que han muerto solos en la residencias; cuántas mujeres se sienten solas n el matrimonio o cuántos hombres no se sienten queridos».
La Virgen de la Paloma es una mujer «sufriente pero fuerte porque está sostenida por la esperanza» de la Resurrección. Por eso esta devoción «nos abre a la Pascua», la Virgen supo esperar a que el Resucitado rompiera su soledad. «Dios no se ha olvidado de ti, no te ha abandonado», destaca el sacerdote.
«La última semilla que se pierde es el amor a la Madre»
Así como la Almudena, patrona oficial, pasó siglos oculta en la muralla de Madrid, la patrona popular –«todo suma, la devoción a la Madre tiene muchos rostros», dice Benedicto–, también estuvo oculta. Fue durante la guerra civil, tras un contrachapado del cabecero de la cama de un vecino del barrio, Ramón Labiaga, muy devoto de la Paloma.
Por eso la Virgen nunca ha abandonado a su pueblo y, de hecho, «la última semilla de fe que se pierde es el amor a la Madre; si se pierde la devoción a la Virgen, es el último paso para que no haya nada». El párroco de la Paloma reconoce que «tenemos que aprovechar esa semilla de gente que a lo mejor no pisa la Iglesia o que no cree ni en Dios, pero que a la Virgen, no sabe ni por qué, no se la puede quitar».
Ese camino nace en el «no sé por qué a la Virgen yo no le puedo decir que no» y acaba en encontrar a Cristo. Y es el camino de «un bombero que hace la Primera Comunión, de gente que vuelve a vivir los sacramentos o de aquellos que se preguntan: “¿Y si Jesucristo, el hijo de la Virgen, fuera la respuesta de la vida?”».