Más de un centenar de personas se han dado cita en el Arzobispado de Madrid para asistir a un taller sobre la prevención del suicidio impartido por Valentín Rodil, responsable de la Unidad Móvil de Atención en Crisis del Centro de Humanización de la Salud San Camilo. Con el título El suicidio, de la rendición a la lucha por la vida, el taller forma parte del convenio de colaboración entre la archidiócesis de Madrid y el Centro de Humanización que se firmó recientemente y que tiene como objetivo «el acompañamiento, el asesoramiento, la formación y la supervisión de la red de centros de escucha que está articulando la diócesis de Madrid».
Precisamente la escucha ha sido una de las primeras palabras que ha puesto sobre la mesa Rodil. «Si escuchamos a la gente, puede ser el primer eslabón de la ayuda». Lo ha dicho haciendo referencia a otra palabra que también ha sido recurrente: gatekeeper, que es «la persona que ve, habla, cuestiona mitos». «Es el primer eslabón que rastrea, pregunta, se interesa»: profesores, orientadores, trabajadores sociales. También sacerdotes, varios presentes en la sala, entre ellos el rector de Seminario, Antonio Secilla, y el vicario de la Vicaría III, Ángel López. Asimismo, ha participado el delegado episcopal de Movilidad Humana, sacerdote, Rufino García Antón, y la delegada episcopal de Jóvenes, Laura Moreno.

Ver y preguntar
Con estilo distendido que no ha robado profundidad y seriedad a la exposición, Rodil se ha remontado a 2021, cuando «los profesores avisaron que los chavales no estaban bien» al volver a las aulas después del confinamiento. Su papel en la pandemia fue muy reducido, ha explicado el ponente: «Ellos estaban para no contagiar». Los importantes eran los vulnerables, los mayores, los niños.
«Hasta entonces no se hablaba del suicidio por si entraba "suiciditis"». Pero había señales. «Mi nueva manera de entender el acompañamiento es que somos rastreadores de huellas y de rastros», de esas señales. Y en esto tiene que ver el poner en juego el cerebro para ver las huellas, y la boca para preguntar por las huellas. «Os invito a una mirada —ha dicho—; tenemos ojos, oídos, cabeza y boca": una niña que se emborracha con 13 años; otra de dieces que empieza a suspender; otra que engorda 15 kilos de golpe; un expulsado de clase por pegar, otra que tiene heridas en el cuerpo que ella misma se hace... «El riesgo es justificar la huella, cegar al cerebro a lo que vemos», con un «es la adolescencia» o frases similares.

Aprender a conversar
«Los gatekeepers son los que leen las huellas», ha insistido. Como las anteriores, hay algunas muy claras, que llegan a verbalizarse o a ponerse por escrito, «llevo dos meses intentando suicidarme», y otras «que no son tan evidentes». Por eso ha insistido en otra palabra: conversación. «La conversación es algo que hay que aprender», el arte de conversar, sabiendo usar un tono positivo y no acusatorio. También es bueno aprender a preguntar y, sobre todo, a «preguntar y esperar respuesta».
«Para que los gatekeepers piensen en lo que pueden hacer», Rodil ha compartido un audio de un chica de 20 años en el que ella verbaliza cosas como «soy invisible; necesito ayuda, algo me mata por dentro; pensé “o salgo ahora mismo de clase, o reviento y no vuelvo a casa”; fui a Orientación y la chica de repente me abrazó y me estuvo escuchando como dos horas, fue como si llevara una mochila llena de piedras y alguien me la sujetara por un ratito».
El ponente ha señalado la importancia de «aprender el idioma de la chica» para poder ayudarla y, desde ahí, ha ido desgranando algunas de las claves de la intervención ante el suicidio. En este sentido, ha hablado de la escalera de la conducta suicida y de lo importante que es ayudar a la persona a situarse en ella y ser consciente para poder conversar. Los escalones serían «no estoy bien, yo ya para qué estoy aquí»; representación suicida, «y si yo…»; idea suicida, esto es, alojar esa representación que va cristalizando poco a poco; elaborar el plan, cómo, cuándo; la afirmación verbal, la amenaza suicida; el ensayo suicida y la ejecución, que a veces se logra y otras no.

¿Cómo es esta conversación? «Se empieza valorando lo bueno; la persona necesita valorarse para poder confesar las zonas oscuras». Después, se pregunta sobre las señales, «¿qué te ha pasado?» o directamente «si está queriendo suicidarse», y se va avanzando según aumenta la confianza con la persona. «Es como cuando vas a una casa ajena, que vas entrando en las habitaciones según te van dejando». Un siguiente paso sería ver «qué no está funcionando». Y en la conversación es un punto importante el sembrar ambivalencias. «La persona, en esa misma oscuridad, vive miedo y atracción al mismo tiempo». Así, se trata de interrogarle: «¿qué hace que no lo hayas hecho ya?, ¿por qué sigues vivo?, ¿qué anclajes tienes a la vida?».
Si la persona no quiere ser ayudada, «no nos olvidamos del tema». En este caso, «lo respetamos y, además, se lo decimos». El decírselo ayuda a «mantener la comunicación abierta», y «seguimos atentos por si hay algún cambio que haga posible volver a acercarse».
En cualquier caso, la intervención «no se puede afrontar solo; es demasiado carga, y además te puede fallar el juicio, de modo que es bueno siempre contrastar».

Desterrando los mitos del suicido
Asimismo, ha detallado los mitos del suicidio: el que se quiere matar no lo dice, pero de cada 10 personas que se suicidan, 9 lo han verbalizado; el que lo dice no lo hace, y si lo dice es una llamada de atención; los que lo intentan es por llamar la atención (es cierto, ha destacado, que en la adolescencia hay mucho más intento que consumación, y luego hay mucho arrepentimiento); el que no lo ha hecho ahora, lo hará después (no necesariamente); el suicidio viene por depresión; el suicidio no puede ser evitado porque es por impulso (sí es verdad que lo hay, pero la gran mayoría tiene un proceso elaborado); si se habla con una persona se le induce. Y «el gran mito»: solo los psiquiatras y psicólogos pueden evitar el suicidio. «El gatekeeper no solo detecta, también habla, pregunta, interviene» y después deriva, pero, ha insistido, «es el primer eslabón de la ayuda».
Valentín Rodil ha puesto de manifiesto la sensibilización actual ante este tema, tanto que en internet, al buscar algo sobre el suicidio, hay una alerta sobre ayudas para no cometerlo, y ha proyectado un vídeo de la Clínica Mayo que, ha dicho, resumiría todo de lo que se ha hablado en la sesión.
