Este sábado, 16 de mayo, coincidiendo con su cumpleaños, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, ha lanzado una nueva invitación a las familias para saborear la Palabra de Dios en este tiempo de pandemia. En este caso les pide que, en el VI domingo de Pascua, lean juntas el Himno al Amor de san Pablo (1 Cor 1, 1-13) y se pregunten: «¿Quién soy yo sin amor?».
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
El purpurado explica que, sin amor, «el apóstol Pablo lo dice claramente: soy un metal que resuena y resuena si me dan golpes», «estoy sin vida, estoy vacío». «¿Quiénes sois vosotros en la familia sin amor, si no os queréis? ¿Qué sois?, ¿unos vecinos o unos que no os conocéis?, ¿por qué lloráis, os reís y os alegráis? […] Porque amáis, porque queréis», asevera.
En esta línea, recuerda que «se trata de tener el amor de Cristo, se trata de amar como Nuestro Señor» y anima a cuestionarse: «¿Soy comprensivo, ¿soy servicial?». «Decidlo, estáis en una comunidad muy bonita, la familia, donde tenéis confianza», pide, mostrando unos dibujos con actitudes del Señor para animar a los más pequeños a hacerlos también.
«Este tiempo de pandemia necesita esta medicina. [...] El mal del corazón, el mal más profundo, se quita con este amor que es el mismo Jesucristo», concluye.
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