Es momento, dice el Evangelio, de dejarnos guiar a la verdad plena. Sí, se trata de un aprendizaje difícil. Dejarse conducir y el que nos enseña es el mismo Dios, un Dios que siempre se deja conducir por otro: el Hijo en el Padre, el Padre en el Espíritu Santo, el Espíritu Santo en nosotros. No podemos apropiarnos a Dios, ni reducirlo a ideas o a proclamas: es necesario entrar en ese amor que no se puede retener porque siempre necesitamos darlo y aprenderlo y dejarnos conducir por Él.

Y para eso necesitamos siempre una comunidad a los que el Espíritu nos pone por delante. Estamos convencidos de que solos no podemos. El sentirnos hermanos, el crear fraternidad, el poner cara a veces al mismo Dios nos coloca en la posición de ser conducidos, de aprender. Siempre aprender en un mundo que siempre nos dice que lo sabemos todo. Y aprender y ser conducidos no solo es hacer cosas, sino eso que también sabéis hacer: dejar que otro nos de la mano y tire de nosotros, nos lleve. Si estamos hoy aquí es porque todos hemos sido conducidos. Sí, y hay que reconocerlo: la llamada ha sido el inicio de todo. Lo fundamental por lo que estamos aquí es porque tendremos que darnos cuenta de que alguien nos ha dado la mano y nos ha traído aquí esta tarde. Nos trae aquí a una Eucaristía, con la gente de Cáritas de esta diócesis y hemos respondido. Igual que aquel día que respondimos y dijimos que sí a tantas cosas. Una llamada que viene desde nuestro bautismo y que a cada uno le da una capacidad especial. Cada uno de los que estamos aquí tenemos algo especial, un toque especial que sirve, no para que funcione muy bien solo cada uno de nuestros rincones, sino que para la Iglesia que camina en Madrid sea lo que tiene que ser. Gracias al toque que ponéis cada uno de los que estáis aquí.

Fuimos bautizados y eso nos sumergió en una corriente de amor y misericordia y luego la vida nos ha ido saliendo con muchas cosas. Hoy agradecemos a Dios esa llamada, porque si estáis aquí es porque Dios os ha conducido aquí, no os equivocáis. Hoy es un día para agradecer que Dios nos ha llamado. Gracias a todos, gracias a los sacerdotes, a los vicarios, a la vida consagrada, a los que trabajáis como técnicos porque le dais un toque a vuestro trabajo también de vocación. Gracias a las acogidas parroquiales, a los proyectos piloto, a todos los trabajos de los arciprestazgos en las vicarias, a los que estáis dando vida a las diferentes obras y servicios diocesanos, a las empresas de inserción y a esta red preciosa de un sinfín de actividades que son respuestas a una llamada del Señor.

Gracias también, y me alegra que no estemos simplemente los de ‘Cáritas’, sino gracias a los ‘hacéis Cáritas’. A todas las personas que estáis en situaciones complicadas y difíciles y que nos decís cómo tenemos que hacer las cosas y nos hacéis más fácil la vida. No, no sois solo los destinatarios de la acción de Cáritas, eso sería un error. Vosotros sois los que camináis con toda la Iglesia y sois una parte fundamental de nuestra Iglesia. Sin vosotros, la Iglesia no puede existir. No sería Iglesia.

Gracias también a vosotros que desde las situaciones de vulnerabilidad sois responsables y queréis avanzar hacia adelante, protagonistas de vuestro propio destino. Gracias por dejarnos caminar a vuestro lado. Gracias porque nos enseñáis mucho más de lo que a veces podemos dar y porque nos dais una esperanza y dais esperanza a la Iglesia. Gracias porque sin vosotros y vosotras, y vuestra capacidad para superar las dificultadas, no conoceríamos a Dios. Nos perderíamos un rostro precioso de Dios. Sois iconos del Señor, un Señor que no es invisible, sino que es ‘supervisible’ gracias a vosotros, a los más vulnerables. No perdáis este regalo de mostrarnos que pertenecéis al corazón de Dios, un Dios que sigue llamando y sigue diciendo a nuestro mundo que está ahí, siempre ahí.

Vivimos en una Iglesia y en un itinerario sinodal donde todos aprendemos de todos y donde, como decía, aprendemos a dejarnos conducir. Yo me gustaría que aprendiéramos todos y creo que un primero aprendizaje que esta tarde quisiera compartir con vosotros es algo que tendremos que seguir profundizando: aprender a desvelar a Dios en lo que hacemos.

Sí, aprender. Y somos privilegiados porque estamos muy cerca del rostro de Dios y porque la vulnerabilidad, la pobreza, la dificultad es un lugar especial. Tenéis la capacidad para descubrir de una forma muy especial el paso de Dios por nuestras vidas, desde la mirada de los pobres y los vulnerables. Siempre que me reúno con vosotros me decís que Cáritas os ha cambiado la vida, a sentir de otra manera, a gastar de otra manera, a organizarme de otra manera. Porque desde allí hemos descubierto la presencia de Dios. No dejéis de nombrar a Dios en lo que hacéis porque lo tenéis más cerca de lo que pensáis. Y no dejéis de mirar a los ojos a todos los que sufren y aprender que Dios está ahí. Que nadie se vaya sin poder tocar a Dios porque tenemos el don de experimentarlo. Por eso, sí que necesitamos el acompañamiento, ayudarnos unos a otros y contar que hemos visto a Dios. No nos interesan los números o que estamos muy eficaces. Lo que nos interesa sois cada uno de vosotros y el don de nombrar a Dios en un mundo que a veces lo ha olvidado, pero que lo tenemos muy cerca.

Por eso el primer aprendizaje es no dejar de descubrir a Dios cerca de vosotros. Lo segundo, ayudar a descubrirlo a otros. Esa es nuestra tarea y por eso estamos hoy aquí, por eso Cáritas nos reúne y se reúne el obispo con vosotros para pediros esa oportunidad que tenéis de nombrar a Dios y contarlo. La caridad es una preciosa forma de anunciar a Dios, a veces se anuncia el Evangelio con palabras, pero otras veces hay que dejar que hablen las miradas, el amor y los gestos, aunque guardemos silencio, y en eso sois expertos.

No tenemos soluciones para todo. Es verdad, tampoco tendremos que solucionarlo todo. Pero sí podemos hablar de un Dios que se hace a nuestro encuentro y podemos decir a nuestra Iglesia, a nuestras parroquias y comunidades que Dios está aquí y nos sigue llamando. Con vuestros sacerdotes, grupos, proyectos: no dejéis de hablar de Dios y mostrar a la comunidad por dónde anda Dios. Ya que tenéis este inmenso don, ofrecedlo a vuestras comunidades. Porque es un don que no se lo puede quedar Cáritas, es para toda la Iglesia. Ayudar a vuestras comunidades a que sientan lo que vosotros sentís. Hablad en vuestros consejos de pastoral, en las catequesis, aportad vuestra mirada y sensibilidad en la forma de celebrar y orar. Eso es parte de vuestra vocación y de vuestra llamada. La Iglesia necesita esa mirada que tenéis.

Nombrar a Dios, aportarlo a la comunidad. Estamos en un momento muy bonito de la Iglesia donde nos preguntamos qué pide Dios de nosotros y dónde subrayamos la vida sinodal. Ahí entráis también vosotros: que en cada acción quede incorporada vuestra sensibilidad y los descubrimientos que vais haciendo.

Incorporar a Cáritas en la misión de la Iglesia. No vayáis solos, unos, por un lado, y otros por otro. Incorporaos en la misión de la Iglesia. Hacer ese ejercicio porque sin vuestra experiencia no queda la Iglesia y no está completa. Nos quedan muchos desafíos por delante: la precariedad de muchas personas migradas, la soledad de los mayores, el desconcierto de los jóvenes, la falta de una vivienda digna… Pero no nos desesperamos porque como hemos escuchado en el Evangelio, Dios va delante de nosotros y somos los llamados a ir junto a donde Él nos lleva. En esta Eucaristía, que antes de nada es una acción de gracias a Dios, le pedimos por cada uno de vosotros, por cada uno que habéis venido aquí y que colaboran con nosotros. Y dad gracias por esta red preciosa de esta Cáritas Diocesana de Madrid. Dad gracias por tantas personas, pobres y vulnerables, que nos enseñan y que caminan con nosotros. La mejor Buena Noticia, más allá de lo que consigamos, es que sabemos dónde tenemos que estar. No porque hagamos las cosas bien, sino porque queremos responder a la llamada del Señor. Tendremos más o menos éxito, nos coordinaremos más o menos mejor, pero queremos estar dónde tenemos que estar porque el Señor nos llama así. Sabiendo que junto con los más pobres, Dios siempre nos conduce y que esto es parte de nuestra fe, del Evangelio de la caridad.

Queridos amigos dejémonos conducir a la verdad plena como nos dice el Evangelio, sigamos dejándonos conducir unos por otros. Conducir a donde el Señor nos llama.

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