Antes que nada, quisiera que, ya que estamos en la Catedral, y nos preside esta preciosa imagen de Jesús Crucificado me gustaría que le mirarais un momento. Como siempre está allí, pues a lo mejor hoy se nos ha olvidado. Mirarle bien porque hoy es un día para mirarle especialmente, ya que, aparte de ser un viernes, antesala de vacaciones, hoy celebramos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Y en la Sagrada Escritura el corazón es el lugar de la vida y en la Biblia el corazón es el centro de la persona.

Cuando nosotros decimos que «nos han tocado el corazón» estamos diciendo que han ido al centro. Y de esto se trata esta tarde: de dejarnos tocar el corazón. Jesús – y por eso hemos escuchado este Evangelio hoy - sabe que su corazón es habitado por el Padre y desde su corazón brota la vida eterna. Dios ha tocado el corazón de Jesús y eso le hace distinto y habitado. Y cuando Jesús tiene que explicarnos quién es, Él se entrega en la totalidad y con un corazón que no es bonito: es el corazón traspasado, abierto hasta lo desagradable y diciéndonos, en esta fiesta y hoy, que Él está aquí siempre, igual que está en cada uno de nosotros. Y así es como es su corazón.

Es verdad que todos nosotros, cada vez más, necesitamos vivir desde el corazón. Que somos muy emotivos y que en el corazón se esconden nuestros sentimientos, nuestras lágrimas y nuestra forma de ver la vida. El problema es que mucha de la gente que nos conoce quiere llegar a tu corazón y el problema es que algunos hasta quieren manipularnos y nos quieren conquistar por el sentimiento, ofuscándonos o cautivándonos sin dar argumentos. Y hay mucha gente que con artes extrañas se puede quedar con nuestro corazón y engañarnos.

Pero aquí viene alguien esta tarde que nos ofrece una forma de vivir desde el corazón. Y quiere explicárnoslo hoy: Él, para decir cómo se vive desde el corazón, lo primero que hace es abrir su corazón. No es como los vendedores de humo que te venden cosas y no ponen nada. Jesús, lo primero que hace, es ofrecer su corazón como regalo y así el punto de partida es que, con la vida que llevamos, Él nos abraza con un corazón roto para que nunca estemos solos, para que aprendamos cómo caminar en la vida y para que aprendamos no solamente a mirarnos nuestros dolores y nuestras pequeñas heridas, y Jesús nos pide que miremos un poco más alto. Él nos pregunta: ¿te atreves a mirar a mi corazón? Allí nos cita y por eso siempre que tengamos heridas, la mirada no es a nuestra propia herida. El corazón de Jesús dice que antes de mirarte a ti, mira a Él y aprende a mirar y a lo que es dolor. Un corazón roto y partido, atravesado por una lanza que llega adonde los clavos no pueden llegar. Una lanza que a veces también va con nosotros y dice el Evangelio que “cuando se abre el corazón, al punto sale agua y sangre”, que siempre a la Iglesia nos recuerda el bautismo y la vida de la comunidad cristiana y la vida de los sacramentos.

Por eso el corazón no es un sentimiento, no nos engañemos, es sacrificio, entrega, dolor, aunque no haya sentimiento. Eso es vivir desde el corazón. Muchos dicen que abandonan la fe porque no lo sienten y tenemos amigos que así lo han hecho. Y es verdad, pero quizás uno tiene que aprender a no mirar su herida, quizás tengamos que mirar ese corazón partido y nos coloca en un disparadero distinto. Porque cuando miras allí, lo sientas o no lo sientas, tengas una herida más grande o pequeña, Jesús te abraza. Y lo hace no porque esté bien, sino porque está roto. Y te abraza no porque tenga palabras que decirte, sino porque está muriendo por ti. Y por eso, desde la Cruz, ese corazón abraza los momentos donde no sientes nada o aquellos que solo te sale llorar y dolerte. Y Jesús abraza cada vez que miras, no a ti mismo, sino a las cruces de tu gente.

Y Jesús, por eso celebramos su fiesta, cuando somos capaces de mirarlo y no a nosotros mismos, todo lo que le presentamos lo riega con agua y con sangre. Y atentos, que esa agua ya la tenéis. ¿Estamos bautizados verdad? En el bautismo, aunque no lo sentimos en ese momento, se nos dio esa agua que viene de allí. Se nos dio un pozo que siempre tendremos en la vida, en momentos buenos y malos, estemos felices, de vacaciones o con exámenes y estudiando, siempre está allí. Un pozo que refresca y que nos conduce al corazón partido.

Por eso, yo esta tarde os invito a que le miréis a Él, porque con ese movimiento así, cuando estemos mal, aprenderemos no solamente a mirarnos a nosotros, sino a mirarle a Él. ¿Y cómo se puede hacer eso? Os doy tres herramientas. ¿Cómo latir al ritmo del corazón de Jesús?

Lo primero que os pediría para latir y sincronizar nuestro corazón con el de Jesús es que no dejéis de escuchar la Palabra de Dios porque ese es el mejor fonendo: la Palabra de Dios nos va explicando cuál es el ritmo por el que late Jesús. Todos los días. La Palabra de Dios nos va enseñando a reconocer la realidad y a tener memoria. Recordar significa volver al corazón. La Palabra de Dios nos ayuda a tener memoria y a recordar, en cada momento, buenos y malos, qué es lo que Dios ha hecho por ti. Y así, Jesús en la cruz recuerda lo que el Padre ha hecho por Él y por eso no se baja y nos ayuda a nosotros en muchos momentos de la vida, cuando tienes ganas de dejarlo todo, el recordar significa volver al corazón y ver lo que Dios ha hecho por nosotros. Recordar desde la Palabra de Dios: no se os olvide. Este es el primer elemento y nos va a dar la capacidad de sentirnos cada día un poco más amados.

Lo segundo: yo no sé mucho de medicina, pero el corazón para que funcione tiene que coger y dar, sino se paraliza. Quien mira al corazón de Jesús aprende el movimiento de la sístole y de la diástole. Quien mira al corazón de Jesús aprende a llenarse, para dar, porque si no se provoca un colapso y penosamente tenemos a muchos cristianos en colapso porque solo quieren recibir y no quieren dar. Sin embargo, lo que provoca vida es cuando se entrega lo que se ha recibido. Mirando hoy al corazón de Jesús es preguntarnos, ¿y tú que estás dispuesto a entregar?, ¿estás dispuesto a dar cuanto has recibido o te quedas con parte? Cuidado con los colapsos porque provocan que el cuerpo entre en una seria enfermedad. Este es el camino de la felicidad: no retener, sino dar. Y vosotros sabéis que cuando hemos dado, aunque aparentemente no teníamos nada, hemos sido las personas más felices del mundo.

Y, por último, haced de Juan y de María. Nunca uno está solo al pie de la Cruz. El corazón de Jesús lanza su agua y su sangre y a veces te tocará ser Juan: acoger a María y a los que están aquí al lado. Siempre te tocará acoger a alguien: de tu parroquia, algún amigo, alguien que le estás dando catequesis, alguien que está perdido y necesita un abrazo. O a veces te tocará a ti dejarte acoger. Siempre el corazón de Jesús nos comunica y nos hace comunidad como esta tarde, siempre podrás ser María o podrás ser Juan, pero siempre el corazón de Jesús provoca estas relaciones.

Queridos amigos, miradle un momento. Mirad ese corazón y solo sugiero que pongáis esta noche vuestro corazón allí, para pedirle que nuestro corazón lata a su ritmo. Y si te toca ser Juan, acoge. Y si te toca ser María, acoge. Tal y como estás en tu vida, pero pon tu corazón aquí porque Él, con el corazón roto, nos arropa, nos abraza y nos recuerda que esa agua siempre pase lo que pase, la vas a tener.

Media

Arzobispado de Madrid

Sede central
Bailén, 8
Tel.: 91 454 64 00
info@archidiocesis.madrid

Catedral

Bailén, 10
Tel.: 91 542 22 00
informacion@catedraldelaalmudena.es
catedraldelaalmudena.es

 

Medios

Medios de Comunicación Social

 La Pasa, 5, bajo dcha.

Tel.: 91 364 40 50

infomadrid@archimadrid.es

 

Informática

Departamento de Internet

C/ Bailén 8
webmaster@archimadrid.org

Servicio Informático
Recursos parroquiales

SEPA
Utilidad para norma SEPA

 

Search