Un silencio sepulcral reinaba en la catedral de la Almudena al filo de las 19:00 horas. Tocaban a difunto las campanas del primer templo de Madrid y ante el presbiterio, en el suelo, reposaba el féretro con los restos mortales de José Antonio Álvarez, obispo auxiliar, fallecido este miércoles, 1 de octubre. El suelo sobre el que se postró en su ordenación episcopal, hace poco más de un año. Ese que tantas veces pisó, a los pies del Crucificado. La Cruz, que junto a la Resurrección y la Virgen, fueron ejes de su ministerio pastoral.
Había mucha tristeza en el presbiterio de Madrid, por el que, como recordó el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, «ha trabajado tanto, y que ha forjado no solo como obispo, sino también como rector [del Seminario Conciliar de Madrid], y tantas actividades». Lo decía al comienzo de la Eucaristía, que en tan incontables ocasiones celebró el obispo auxiliar en la catedral de Madrid con ardor sacerdotal y celo apostólico.
«Es la Resurrección de Jesús la que de una forma inesperada nos reúne esta tarde», continuaba el cardenal ante el más de centenar de sacerdotes reunidos y el Pueblo de Dios, que se congregaba de forma masiva en la catedral para orar por José Antonio. Entre los concelebrantes se encontraba el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello; los cardenales Carlos Osoro, arzobispo emérito de Madrid y Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas; los otros dos obispos auxiliares de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino y Vicente Martín; el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano; los obispos de Segovia, Jesús Vidal, Calahorra y La Calzada-Logroño, Santos Montoya, el de Córdoba, Jesús Fernández, el de Getafe, Ginés García Beltrán y los obispos eméritos de Segovia, César Franco, y de Sigüenza-Guadalajara, Atiliano Rodríguez. Por parte del Ayuntamiento de Madrid ha asistido el concejal presidente del distrito Centro, Carlos Segura, además de otras autoridades civiles.
«Puedes estar orgullosa de tu hijo», ha expresado el cardenal Cobo a la madre del obispo, Ángela, sentada en primera fila, con todo su dolor, junto a su otra hija, el marido de esta y sobrinos que han estado también presentes arropados por los numerosos fieles que han acudido a la catedral.
Lee aquí la homilía del cardenal José Cobo
Generosidad, alegría, eterna sonrisa...
Ya en la homilía, el cardenal Cobo ha reconocido que en medio de la dureza del día ha habido una nota dominante, «el cariño, el apoyo de toda la comunidad cristiana». Y ha centrado sus palabras en ese «sígueme» de Jesús en el Evangelio proclamado, que José Antonio Álvarez había hecho suyo como lema episcopal.
«Así ha vivido José Antonio siempre, para cualquier cosa que le pedíamos, diciendo que sí, con prontitud para hacer bien su servicio y con fidelidad en cada una de las etapas en que ha dicho sí a la llamada del Señor». «Hoy sentimos que este “sígueme” —ha continuado— ha alcanzado la plenitud: Jesús te ha llamado de nuevo no para una misión en la tierra, sino para entrar en la Vida definitiva». A su vez, «Jesucristo hoy, a través de la vida de José Antonio, nos dice “sígueme”».
Con «generosidad» lo dejó todo para «ponerse en camino tras el Maestro» en la parroquia, en Cursillos de Cristiandad, en la nueva etapa como obispo, ha manifestado. «Con su alegría y su eterna sonrisa ha seguido a Jesús sirviendo en la Eucaristía, anunciando el Evangelio con ardor, estando muy cerca de los sacerdotes».
En este punto, ha contado que era él quien cada mañana, cuando rezaban juntos laudes con el obispo Vicente Martín, el propio José Antonio iba poniendo en la oración los nombres de presbíteros de la diócesis. De él ha destacado su servicio «del silencio de las cosas bien hechas», «esa frescura, ese entusiasmo y su sentido del humor que cada mañana nos ayudaba a relativizar las cosas», su «espiritualidad Pascual» —«siempre hablando de Jesucristo Resucitado»—, y su «espiritualidad apostólica». «Dios ha sido la roca en que ha afianzado su vida».
«Dejad que la semilla que José Antonio ha semabrado en la diócesis dé fruto»
Jesucristo, ha afirmado en otro momento de la homilía, «no promete seguridades ni comodidades; ofrece la certeza de caminar con Él, la alegría de entregarse sin reservas; y así ha sido como se ha gastado, hasta la última tarde». Ha añadido que «estar con él ha sido un lujo, ha sido un regalo», y lo ha significado como un hombre que «ha dado la vida para servir, y se ha ido diciendo que el trabajo de cada día es importante». También «nos ha endeñado a querer a la Iglesia», y «siempre a aunar, no a dividir».
El arzobispo de Madrid, emocionado, ha subrayado que la partida del obispo auxiliar «a todos nos quiebra, pero la muerte de un cristiano, la muerte de un obispo no es un fracaso, sino la culminación de este camino de seguimiento que él ha hecho». Y ha pedido, para terminar, tres cosas: a los sacerdotes, «que nos cuidemos» y a los fieles, «cuidad a los sacerdotes»; después, «que busquemos lo importante: la muerte siempre nos coloca ante lo esencial»; y, por último, «confiad en el Señor; Él da la fuerza». Así, «la fe no elimina el dolor, pero lo transforma en esperanza. Dejad que la semilla que José Antonio ha sembrado en la diócesis dé fruto».
La Eucaristía ha concluido por una oración por el eterno descanso del obispo auxiliar y con las palabras del Papa León XIV, transmitidas a través del cardenal Cobo, «que ha llamado y nos ha dado la promesa de su oración».