El claustro del monasterio de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote (General Aranaz, 22) acoge este jueves 12 de junio, a las 12:00 horas, la solemne Eucaristía en la festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, que presidirá el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid,
En una entrevista en El Espejo de Madrid de COPE, el vicario episcopal para el clero de la Archidiócesis de Madrid, Juan Carlos Merino, ha señalado que la festividad de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote está muy vinculada a España y a Madrid. «Debemos mucho a su fundador, al venerable José María García Lahiguera». También es Jornada de Santificación Sacerdotal. «Dar gracias por la vida de los presbíteros, que afortunadamente en la diócesis de Madrid hay un número considerable», y también «pedir porque la calidad y la santidad sea una calidad y una santidad que haga fecundo nuestro ministerio».
Los sacerdotes de Madrid celebraron el 9 de mayo su jubileo en este Año Santo de la esperanza y en el marco de la fiesta de San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia y patrón del clero español. En esta celebración participaron más de 400 sacerdotes. «Una alegría ver cómo la inmensa mayoría estamos contentos de la vocación de Dios profundamente inmerecida por nuestra parte», ha recordado Merino.
Generosidad y humildad
Además, el vicario para el clero ha explicado que en esta época de incertidumbres «estamos llamados a vivir nuestro ministerio con verdadera pasión y contagiarla al mundo». En este sentido ha afirmado que «el pueblo de Dios es muy consciente de ello» y destaca que «surgen muchas iniciativas del pueblo de Dios que quiere y cuida al sacerdote».
Hace un año, en esta misma fiesta de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, el arzobispo de Madrid hablaba de la fecundidad sacerdotal y agradecía a los sacerdotes «la limpieza de corazón, la misericordia con la que os acercáis a mucha gente, la generosidad y humildad del día a día, la amistad presbiteral». En este sentido, Merino señala que lo primero es que «esa generosidad sobreabundante la ha tenido Señor al elegirnos a nosotros». Lo segundo es que «la única forma de responder a ella es entregando toda la vida, y hacerlo al estilo de Cristo», porque «ese estilo de Cristo lleva a un gesto de misericordia continua».
Por eso «nuestro ministerio», en este Año Jubilar, es también de júbilo. «Es un ministerio jubilar porque anuncia la Buena Nueva y la misericordia al mundo»: el que está caído, el que está lejos, el que no tiene sentido en su existencia. «Ellos descubren a través de nuestro ministerio que Dios está cerca y que es misericordia». Por eso, «nosotros somos los primeros destinatarios de esta misericordia para después ser ministros suyos, ministros de este amor misericordioso que llama a todos a una vida en plenitud».
«Nuestra credibilidad está en función de dejarnos hacer también por el Señor y de vivir nuestra vocación, porque es una vocación formidable y apasionante», pero «vivirla con esta misma pasión, reconociendo nuestra debilidad, sabiendo que somos signo elocuente para un mundo que busca referentes y que el ministerio sacerdotal es el signo de una paternidad, que es la paternidad de Dios». Asimismo, destaca que «esta credibilidad se da no porque seamos perfectos, sino porque nos fiamos del Señor y queremos entrar en el estilo del Señor».
«Vivir nuestra vocación con pasión»
Como vicario episcopal, califica el clero de Madrid como bueno. «Somos muchos, hay dificultades, pero sobre todo hay bondad». «¿En qué digo que es bueno? En que la mayor preocupación del clero de Madrid es cómo llegar a la gente y cómo anunciar el Evangelio». La mayoría de sus preocupaciones son pastorales, es decir, «cómo hacer creíble el Evangelio y cómo anunciarlo al mundo de hoy». En este sentido, Merino afirma que «la vida cristiana que tiene Madrid es una vida preciosa en medio de un mundo secularizado, y eso también es una prueba de que los ministros del Señor están profundamente entregados».
En este período que vivimos, que «no es sencillo», también «nosotros estamos en una época de incertidumbres y puede suscitar tanto miedo como aliento». Por eso «se trata de cuidarnos, de vigilar nuestra propia humanidad, de cuidar nuestra interioridad, de cultivar los deseos, de sofocar los sueños, etc». En definitiva, «vivir nuestra vocación con pasión porque es preciosa».
Por último, Merino ha expresado que «ojalá también el próximo curso, en el que también habrá trabajo vocacional intenso, puedan surgir nuevas vocaciones al ministerio tan necesario en nuestro mundo y en nuestra diócesis».